La vida no solo nos duele a los adultos. Los niños también se estresan, se irritan o se sienten dolidos. Este cortometraje nos da una lección sobre esto, pues con frecuencia lo que ocurre es que castigamos la expresión y gestión de las emociones negativas desde la más tierna infancia.
No nos damos cuenta, pero los elementos que ponen en marcha la maquinaria de nuestra vida moderna, los ambientes artificiales, las prisas la forma en la que dormimos, comemos y el aire que respiramos pueden llegar a ser verdaderos puñales emocionales.
Este cortometraje promueve la conciencia emocional como un vehículo primario para cambiar nuestro modo de vivenciar nuestras experiencias sentimentales. Los niños hablan de lo que les hace sentir enfadados, tristes o culpables, de cómo reaccionan y de la manera que tienen de transformar sus sensaciones en positivas.
Ejercitar nuestro cerebro pensante y saber ponerle palabras y expresión a nuestras emociones nos ayuda a desarrollarnos y a tener éxito en nuestra vida. Porque, si no sabemos hacerlo, probablemente se vuelva en nuestra contra y nos haga vulnerables ante nuestro mundo interno.
Es decir, el vídeo nos muestra cómo traducir nuestras emociones a palabras es una parte vital de su comprensión dado que las palabras se conectan con los sentimientos en sí mismos y las respuestas psicofiosológicas que generan.
En el corto vemos cómo los niños son capaces de alejarse de la situación y mantenerse en el aquí y ahora a través de estrategias de calma que saben definir a la perfección. Es, sin duda, un vídeo con un excelente componente educativo que podemos aprovechar niños y adultos.
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